Del otro lado de la cordillera ya no se usará el término «Primera Dama». Chile, hoy, es un hermoso y reciente ejemplo de esa corriente de migraciones que componen y transforman una lengua, y que conforman el vasto territorio del lenguaje inclusivo. Quiero decir que el lenguaje inclusivo es mucho más que el uso de la “e” como letra genérica. Es el lenguaje que nos des-subalterna o des-estereotipa.
Es la lengua migrante y mestiza, descolonializada, la que conquista el lenguaje (el lenguaje es un territorio de disputas, escribí en este mismo diario días atrás). El lenguaje reinventado, animado por voces y palabras que el poder segrega, margina y expulsa, alza la voz y la pluma. Expande sus confines, discute las fronteras.